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Castillo y lavadero

Desde la calle Primer Cantón, se accede directamente al entorno del Castillo del municipio. Cuzcurrita fue un asentamiento considerado plaza fuerte en la Edad Media. Era, lo que entonces se denominaba “segunda línea de plazas fortificadas” que defendían el reino de Castilla en su frontera con Navarra, en constantes batallas.

Esta línea comenzaba en el Castillo de Cellorigo, continuando con las plazas fuertes de Foncea y Sajazarra, la torre de Anguciana, Cuzcurrita, la torre de Baños y el Castillo de Leiva, para terminar en la ciudad amurallada de Santo Domingo de la Calzada.

La Villa de Cuzcurrita también estaba amurallada. El primitivo contorno abarcaba el casco antiguo. Por detrás de la Calle Mayor, cerraba los actuales Cuatro Cantones. A lo largo del río uno de los lienzos, o porciones de la muralla, terminaba cerrando el espacio, para dejar el actual puente fuera del recinto. En ese punto estaba situada la “puerta de La Villa”, la principal de entrada de la que no queda ningún vestigio. La otra puerta era llamada “del Cierzo” y se encontraba en la parte norte del municipio.

Cuzcurrita tenía también su castillo extramuros que fue construido por los Suárez de Figueroa entre finales del siglo XIV y comienzos del XV. En el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, el IX señor de Cuzcurrita, D. Pedro Velasco por su matrimonio fundó un mayorazgo. Las armas de la familia todavía pueden apreciarse esculpidas en la puerta de entrada al castillo. D. Pedro, fundador de este mayorazgo, había acompañado al rey Felipe II en su viaje a Inglaterra de 1554, con motivo de su matrimonio con la reina de Inglaterra María Tudor.

Durante muchos siglos siguió perteneciendo el castillo a la familia Velasco-Rojas. En el siglo XVIII pasó a la familia Rebolledo de Palafox, Marqueses de Lazán. En el siglo XIX, tras las leyes que abolieron los señoríos y mayorazgos, pasó por diferentes manos, hasta convertirse hoy en día en una bodega que, además de su restauración, ha conservado los viñedos viejos del entorno.

Esta es una fortaleza de planta cuadrada irregular y amurallada que alberga en su interior la Torre del Homenaje, una de las más características de La Rioja por la armonía de sus dimensiones y la escasez de vanos. En el centro se sitúa la torre, también de planta cuadrada con huecos muy pequeños, de tamaño poco mayor que las aspilleras.

Coronando la torre central se presenta un matacán corrido con almenas rectangulares, caladas con troneras que enlazan las garitas redondas situadas en los ángulos y apoyadas sobre mensulones.

A los pies del castillo y bajando por la cuesta se llega al lavadero que fue construido en el siglo XIX, aprovechando la proximidad de las aguas del río. Restaurado en 1997, se ha recuperado de esta forma un elemento arquitectónico de la tradición popular en los pueblos. Además de ser un lugar de trabajo para las lavanderas, también cumplía su función de lugar de encuentro social para los habitantes de la Villa.

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