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Ermita de Tironcillo

Desde Cuzcurrita en dirección a la vecina localidad de Cihuri, por la Calle Rincón, se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Tironcillo, aproximadamente a unos 3 km desde la Plaza Mayor.

Es un agradable paseo que permite acercarnos a conocer una de las ermitas de Cuzcurrita. A ella se va en romería, dos veces al año, con la imagen de Nuestra Señora de Tironcillo para pedir salud y una abundante cosecha.

Una se celebra en la Pascua, el Lunes de Pentecostés para traer la Virgen a la iglesia de San Miguel. La otra el día 1 de octubre, último día de las fiestas patronales de San Miguel, para devolver la imagen desde la iglesia a su ermita.

El municipio tiene dos advocaciones (Ntra. Sra. de Sorejana y Ntra. Sra. de Tironcillo). En este último caso, el nombre lo toma del río que atraviesa Cuzcurrita usando el apelativo cariñoso de Tironcillo, porque el Tirón pasa estrecho. Para llegar a dicha ermita se atraviesa el término municipal de Tirgo, localidad colindante, y es por esta razón que se convirtió en tradición que el Ayuntamiento solicitara al de Tirgo permiso para cruzar su término. En el puente sobre el Tirón se efectuaba el tradicional intercambio de varas entre ambos alcaldes. La primera referencia escrita de esta procesión data del año 1714. 

Desde el exterior, ya se observa que el edificio tiene planta de cruz latina y una sola nave. Sobre la puerta principal está grabada la fecha de 1744. Sin embargo, se sabe que la referencia más antigua escrita es del año 1694, en la que el alcalde se reunió con los vecinos. Entonces decretó que:

“a pesar del escote voluntario del vecindario para hacer la fábrica de la ermita de Nuestra Señora de Tironcillo y como lo escotado no es suficiente, el Ayuntamiento, de los bienes del común aporta 1000 reales para acudir a obra tan pía y a la devoción de dicha Santa imagen”.

En 1719 se iniciaron obras importantes llevadas a cabo por Francisco de Landa, maestro cantero para la ampliación de la ermita. Se añadió además la capilla del camarín y los asientos de piedra que rodean la ermita, así como el embaldosado y tres nuevos altares. Consta también en la documentación que “se abrió la puerta principal al aire cierzo y se construyó la casa del ermitaño”. Como solía ser habitual, las obras se financiaron no solo con dinero sino también con aportaciones de productos del campo como cereales o vino.

Gracias a la tradición oral, es muy curioso saber cómo los habitantes de Cuzcurrita y la comarca designan a los vientos:

  • Cierzo: viento del norte, el más frío.

  • Ábrego: viento del sur, al abrigo, al calor.

  • Solano: viento del este, por dónde sale el sol.

  • Regañón: viento del oeste. Dice el refrán: Regañón, ni agua ni sol, ni abrigo en ningún rincón. Es decir, ni satisface a nadie ni hay forma de librarse de él.

Decíamos que se abrió la puerta principal de la ermita al aire cierzo, pero durante años continuaron las mejoras de la ermita hasta que finalizaron en 1744, año en el que se entregaron al maestro cantero los últimos 60 reales. Existen también numerosas referencias a la figura del ermitaño. Su función era cuidar y vigilar la ermita, por la lejanía a la población. Normalmente se concedía como pago el disfrute de viñas y tierras para cultivo, con la condición de residir en el lugar para evitar los robos y saqueos, que habitualmente se producían. Su responsabilidad era que “estuviese en ella o no la imagen, cuidar la ermita y asearla y tocar el esquilón a maitines y entre dos luces las ave marías en todo tiempo”.

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